"Cortejo y Epinicio"
por Hernán Díaz Arrieta (Alone)

Bajo el prestigio de la Cruz del Sur, que no cobija cualquier cosa, un astro enteramente nuevo da sus primeras luces, mezcladas, extrañas, parpadeantes, pero ya inconfundibles.

¿Qué es, quién es David Rosenmann-Taub?

Él nos contestará:


   Era yo Dios y caminaba sin saberlo.
Eras oh tú, mi huerto, Dios y yo te amaba.


[Poema XIX.]                


Dios preocupa a David Rosenmann-Taub; se toma con Él irreverentes familiaridades...: «Dios se cambia de casa. En un coche de lujo...», «Dios pasa siempre resfriado: ¿tendrá temperatura?», y que sólo encierran fantasías audaces como algunas del Romancero o los místicos.


   Dios se cambia de casa. En un coche de lujo
y con mucho cuidado guarda la estrellería
del Este. Echa en un saco al Ángel Principal:
la loza del ropaje repica a festival.


[Poema XXII.]                


Con tal cual nota prosaica disonante, alternan bellas imágenes, de una puerilidad sencilla y rasgos cuyo simbolismo evocan a un Claudel sin gravedad.


Los torpes serafines tropiezan con un rizo
de Lucifer. Los coros yacen con la vajilla.
Y así entre trono y trueno se desarma el palacio.


[Poema XXII.]                


Esto podría figurar en un cuento infantil. Más adelante, la resonancia cambia, entre las burlas aparece el sentido y cruza un estremecimiento revelador. David Rosenmann-Taub no está tranquilo delante de Dios, pese a su desenvoltura juvenil.


La gravedad y el tiempo en un cajón son puestos
junto con el destino del alma y los anteojos
de Dios. El turbulento navío se encamina
por las olas del caos hacia la nueva casa.
Antes de abandonar el reino carcomido,
Dios sube a la terraza a ver si por olvido
algo se le ha quedado: y se posan sus ojos
por las salas sin techo: y aunque mira y traspasa
los libres pasadizos, se olvida de la muerte
y la vida que azótanse en un rincón intérmino.
Y Dios se va sin verlas, mas siente escalofrío.


[Poema XXII.]                


Muy poco perspicaz ha de ser el lector que se sorprenda, después de estos desplantes, si halla al autor en «continuo éxtasis»:


   Sigo y persigo la llama divina.
Me ahogo siempre en agua divina.
Ciego me ciego de cumbre divina...


[Poema XV.]                


Y aun de oírle murmurar, contrito, una plegaria, lejanamente comparable al celebérrimo soneto de Sánchez Mazas:



   Estirado así como has pedido,
de hinojos, las visiones deslumbradas,
y con las manos apesadumbradas,
más breve que un pájaro escindido,

   en mi amplio reposo prometido
desde que alimenté las empapadas
vigas de siervo, hasta que tus espadas
rebanaron mi árido latido,

   en mi lecho final aquí me tienes.
No sé si has de venir y tengo miedo
de que no vengas a mis pobres sienes

   a tomar este fuego de viñedo
tuyo que por la tierra he sustentado:
aprisa, quiero aprisa tu llamado.


[Poema XVI.]                


Este grito religioso figura entre las efectivas novedades que a la poesía nueva de Chile aporta David Rosenmann-Taub. Los jóvenes del período nerudiano iban por otra senda y estas visiones no los asaltaban. ¿Habría aparecido un precursor, uno capaz de sacudir la rutinaria férula no ya de veinte o treinta años atrás, sino de ayer, de anteayer?

Sería la mejor nueva del año.

Otro rasgo sorprendente, inesperado, entre los arrebatos líricos: la nota humorística. Ignoramos si el poeta quiso provocarla, si tuvo o no tuvo intención de reír, cosa que en muchos inhibe la risa, porque no se atreven a contrariar propósitos explícitos o implícitos de una obra. El hecho importante para nosotros consiste en que pocas veces un «contraste violento e inesperado» ha tenido mayor eficacia cómica que el último adjetivo del último verso en esta estrofa:


    Con trapitos de musgo, cariño mío,
te envolveré. Haga tuto mi niño lindo.
Te envolveré bien, hijo,
con esmeraldas y halos alabastrinos,
y a tus manitas cubriré, cariño mío,
con gusanos bonitos.
Haga tuto mi niño, niño podrido.


[Poema IX.]                


Existe, naturalmente, una explicación y la hallará quien observe el subtitulo «Funerales» y siga leyendo el resto de la composición. El poeta se refiere con sarcasmo a un niño muerto.

Otros se emocionarán: quiere decir que son estrofas de doble efecto. Mayor riqueza.

Por lo demás el nuevo autor no la requiere; su Cortejo y Epinicio descuella, justamente, por la variedad de tonos, la abundancia de metros, ritmos y rimas -no desdeña éstas ni aquéllos- y la soltura con que maneja su delicado instrumental. Uno se siente a través de una selva, bien acompañado por invisibles voces, modernas, clásicas, arcaicas o revolucionarias, siempre en espesura y con profundidad de terreno.

Así se crean las originalidades.

Un ejemplo de la originalidad que distingue a David Rosenmann-Taub: la intensidad sin decaimiento, el vigor vehemente y la potencia para elevar y poetizar hasta los más prosaicos temas: véase «Echaurren, calle dormida...» [Poema LIX]. Otro ejemplo que apuntaremos al fin no es ciertamente el menor: sólo acuerda un sitio secundario a la dominadora libido, al erotismo absorbente y obsesionador. Lo explica este verso inicial de una composición amatoria que corresponde a «Más» de Magallanes Moure: «En la Lava Sensual» (que corre ardiendo) el «No es bastante tu cuerpo: deseo tu deseo» [Poema LXV] traduce en distinta forma la misma idea, el apetito de «algo más».

Persígalo, consígalo el autor y habrá logrado colmar también el anhelo de muchos lectores.

 

Hernán Díaz Arrieta (Alone), "Cortejo y Epinicio"
En: El Mercurio, (22 enero 1950), Santiago de Chile.

 

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