«Ea, porfiada aurora,
te has tostado en el horno» ,
se gruñe, conventual, mi superiora:
«la salsa del contorno,
por sabrosa, invasora.»
La tiniebla, al fulgor: «Volcán ubicuo. »
Mi osamenta, a mi carne:
«Tu estrofa: derrotarte. »
La inercia: «Me derrito.»
|