El cielo en la fuente
La mañana eterna
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Santiago: LOM Ediciones, 2004.

 

 

 
III


El padre abrió la cista, extrajo
la porcelana (rayos polvorientos
desde collares y columnas):
espurrió las pestañas y las córneas,
frotó la frente y el zumbel,
acicaló el llamargo de la trenza derecha,
separó
los labios, castigando
las hojarascas de sus comisuras:
plomo.
—Jesusa ha escondido su lengua?—.
La trenza izquierda — farallón — giraba
lasitud, golosia...
—¿Vanéo durante el nimbo de la cena?—.
Contra el mentón la madre azoró un paño
húmedo.
La cena?:
pregúntale a Jesusa si la boca sabe dónde crepita la lengua.
—Ah—pensó Jesusa—.
¡Concebí!
Desperezó sus tigres el relámpago:
hebras
de mi sombra, hacia dentro,
persuadidas.
La comarca plantó sobre mis ojos
una lívida encina inmensamente.
Por eso fluye el bosque.

David Rosenmann-Taub. El cielo en la fuente / La mañana eterna.
Santiago de Chile: LOM ediciones, 2004.