SADISMO
XXXIX
GOLGOTA
1
¡Yo fui! ¡Yo fui! Lo saben la clámide y la hiel,
la caña y el mazuelo. ¡Yo fui! ¡Yo fui! Lo saben
tus manos y tus pies.
Sí, Mesías, ahora, rumí, crucificándote,
amo mi pesadilla. No se perdona al mar:
no intentes perdonarme.
Mis venas, de veneno, aldabas de orfandad,
porque desaparecen y por crucificadas,
te crucificarán.
2
Tanto marjal de odio es demasiado:
entra, Cristo, a mi alma.
Tanto rojo vinagre es demasiado:
despedázala.
Entra como varón,
segando mis latebras: con tridente
haz solfatara el corazón,
hazme cobarde, no valiente.
Tijeretea y más tijeretea
las opulencias de eslabones:
más desafiante y más perpetua
mi huesa nunca recoge noche.
Para que rompas, te doy ira;
para que hables, te doy voz;
tijeretea y más tijeretea,
tijeretéame el corazón.
Alumbra, ciego, acrece, acrece:
yesca pupilas de Jacob;
para que rompas, te doy ira;
para que hables, te doy voz.
Para que vivas, te doy sangre;
sangre te doy, para que mueras:
tijeretea bóveda y torrente,
tijeretea y más tijeretea.
Soterrado, no resucites:
manaré por los cien costados.
Muérete azul, que muero azul;
baja del médano, que estoy bajando.
Cristo, si niegas lo que niego,
guarden tus llagas al llagado.
¡Por tu costado manaré!:
vive muriéndote en mis palios.
La escarpadura se agiganta:
mis empeines bregan clavados;
Cristo, tu luz, sin luz, naufraga;
Cristo, los dos vamos soñándonos.
Óyeme, Cristo: soy tu oído.
Mira la cruz: soy el crucificado.
Soy tu lengua - mudo que habla -,
soy tu lengua y te estoy hablando.
Mírame, Cristo, cuánto sangro;
mírame: el cielo es casi humano;
glorioso fruto de la sombra, mírame
párpado a parpado.
Me llevas dentro de tus ojos,
espejismo de agobio ufano:
mirándote me transfiguro,
¡mirándome te estás mirando!
Nos abrigan mezquinas rocas
simuladoras de escudaño:
anonadadas ambicionan
que arrebujemos su jirón de lábaros.
Tu madre sube de rodillas
el médano que ya has bajado;
mi madre - secesión - como tu madre:
somos, los dos, hijos del llanto.
Lloro: tus 1agrimas despiertan
en mis mejillas espina y clavo.
Cristo, si niegas lo que niego,
niégame amante, niégame hermano.
Tu reino, apenas, cicatriz
de belfo cercenado.
Lloras: mis lágrimas arraigan
en tus mejillas de coágulo.
No te rezagues: avancemos
al mismo paso tumefacto:
sólo un camino hay en la tierra
y ese camino nos está esperando.
Cristo, abrázame, nadal estiércol:
aquí, de par en par, te abrazo:
hemos de ir así hasta el fin,
aunque encontrarlo sea no encontrarlo.
Aquí, sin brazos, sin alero,
aquí avancemos abrazados.
¿Que te desangras? Yo también
voy desangrándome a destajo.
Ambos jamás vimos la gleba,
ambos jamás apisonamos
arredramientos de belenes bueyes
que los hisopos desgastaron.
Empezaremos a melgar
con los quijales por arados:
barbecho nuestro de propicio ayuno
de letargo.
Avancemos por el presente,
siempre desnudos, pero enlutados:
por eso acechan zarzas de oprobio
con jrein fingido en cribas de soslayo.
Acrece, ciego, alumbra, alumbra,
verbo de aljófar, párpado a párpado:
suave, abertal, tu ceño mío
nos ungirá con desamparo.
Por eso el viento engavia uñas,
disgregándonos, desangrándonos.
Tijeretea y más tijeretea:
somos, los dos, tijereteados.
Avancemos por el futuro
- negras arenas, negro peñasco -,
irrumpiéndonos, docilidad,
la peripecia mientras el hartazgo.
No te rezagues: avancemos
hacia el delta de los milagros:
¡sólo un camino hay en la tierra
y ese camino nos está esperando!
Allá se alza famélica la cruz,
allá van a crucificarnos:
cibera: ciar de molicies atroces
sobre los firmamentos apagados. |