Cortejo y Epinicio.
Santiago: Cruz del Sur, 1949.

 

 

VI

MOI VIVANT

 

Como en los tempos de ajorcas limpias,
        en que no había damas viejas:
        sólo niñas.
        Ibas corriendo hacia la muerte
        y te apurabas todavía.

Siempre madruga el basilisco
y qué punzada

        Palomaspálomaspalomas.
        Palomas en los tribunales,
        correveidile.

Cérea dulzaina que me duele
por los oídos la noche entera.
Palpalomas.

        Era la edad de las campanillas,
        en que no había damas viejas:
        sólo niñas.
        Ibas corriendo hacia la muerte
        y te apurabas todavía.

Peso historial sobre lo mío;
de Roma y Grecia mis parientes:
¿blasón?, ¿rebenque?, ¿ceño?, ¿viso?;
oh sacerdotes reverentes:
¿qué alud de zarpas os deshizo?

Patriarcas que he abastado,
pastores y pastoras,
                        (¿cuál cayado?),
egipcios absolutos,
irresolutos años y Pandoras
de boscajes sagrados,
lar de halcones,
Homeros y Salomones:
por senderos de nadie, apresurados
animan su reinado.

        Palomaspálomaspalomas,
        palomas en los tribunales,
        correveidile.

Abro las tapas pegajosas,
y palpalomas que se aferran
en tanta página, asustadas.
Ya se acelera la clavada,
ya me deshago de maleza,
ya cuchilla me acuchilla.
El ama sorda, el ama turbio,
mueve su falda de azulejos:
no me escondiera en sus ojeras,
ojeras como murciélagos.

        Era la edad de las carnes limpias,
        en que no había damas viejas:
        sólo niñas.
        Ibas corriendo hacia la muerte
        y te apurabas todavía.

Corregidores, hacanes,
mis abuelos, mis abuelos:
sus gregüescos de girándulas:
espejos mirando espejos.

        Palomaspálomaspalomas,
        palomas en los tribunales,
        correveidile.

Valiente estancia de oropeles,
mamparas sin futuro, picaportes
que manipulo reciamente:
¿por qué, en violento granizal,
apagáis mi planeta?
Furor, pasión, cascos: ¡atrás!
La muerte es zurda: el alarido
chasqueador: sierra y astillas:
es rechazado ese brebaje.

A cielorraso, correveidile,
resplandor de las tajadas,
a cielorraso.

        Ibas corriendo hacia la muerte
        (¡Iba corriendo hacia la muerte!)
        y te apurabas todavía
        (¡y me apuraba todavía!)

 

David Rosenmann-Taub. Cortejo y epinicio.
Santiago de Chile: Cruz del Sur, 1949, p. 32.