Cortejo y Epinicio.
Santiago: Cruz del Sur, 1949.

 

 

FORTALEZA

A mi hermana Eva.

LV

Como un golpe de luz en los visillos
he penetrado en el cuarto de Sara,
buscando la embriaguez de las frutas de cera
en los cajones donde ya no hay nada.
He cogido un montón de polvo
y me lo he pasado por la cara:
y de retratos dormitando en lavándula,
de matza fresca, de pieles con naftalina,
de crinolinas de porcelana,
de oro viejo y sombras chinescas,
de pintura seca y muñecas y acacias.
Y he mascado los muebles vacíos
con ansiedad de mascar su fragancia,
y he lamido el piso y las paredes,
y he arañado el rincón de la lámpara,
porque con el batir de las polillas
un perfume de cinta se escapa;
y el yeso me ha entregado residuos,
y he gritado, vicioso, por la calma
de la victrola desaparecida:
por su contacto de madre cálida,
que es como deslizarse entre ciruelas
para alcanzar los días de la infancia.
Pero quería salir contemplando,
pero quería brotar con las palmas:
y es lo que buscaba su olor sin hallarlo,
y lo buscaba en locura y buscaba
como en volandas, remoto, perdido,
y era el olor sin color, sin fragancia,
de ciertas lágrimas.

David Rosenmann-Taub. Cortejo y epinicio.
Santiago de Chile: Cruz del Sur, 1949, p. 126.